Miguel Angel Jiménez Enriquez
Fotografía Antigua y Actual de Toluca y municipios del Estado de México. Recopilación
Heidi García-Tercera Regidora
EL ORGULLOSO SEMINARIO DE TOLUCA
Antes que otra cosa quiero agradecer a más de cien amigos y seguidores de Facebook de la Delegación el Seminario que han sugerido e insistido que se investigue y hable acerca de su colonia, de esa parte al sur-poniente de Toluca que mezcla una gran religiosidad con una intensa dinámica social que genera problemas, retos, necesidades y carencias, pero que también ha contribuido a arraigar ahí a mucha gente que lleva tatuado en el corazón sus raíces y pertenencia.
En segundo término, aclaro para quienes siguen mis publicaciones desde tiempo atrás que en alguna ocasión ya había escrito sobre el particular, pero lo haré con mucho gusto por quienes me lo solicitaron y por muchos que afortunadamente se han ido sumando día con día.
El Seminario Conciliar de Toluca es una de la delegaciones más pobladas y activas del municipio, la cual surgió como un conjunto de casas, al principio irregulares, que se establecieron en torno a la escuela de formación de la Diócesis de Toluca, por lo que no se puede explicar la historia de una, la delegación, sin el otro, el Seminario.
El 4 de Junio de 1950, el Papa Pío XII anunció la creación de la Diócesis de Toluca, y el 29 de Septiembre del mismo año se publicó oficialmente: “Deseamos que cuanto antes se establezca por lo menos un Seminario Menor, a norma de derecho y según las reglas establecidas por la Sagrada Congregación de Estudios y Seminarios”.
El 11 de abril de 1951 es consagrado el primer pastor y Obispo de la nueva Diócesis de Toluca, y, de acuerdo con las memorias del propio Seminario Conciliar de Toluca, el filántropo Santos López Rodríguez donó los primeros terrenos de la ex hacienda La Garceza para que se construya el Seminario.
El 18 de julio de 1951 se colocó la primera piedra de lo que sería el Seminario Conciliar de Toluca; en el interior de esa piedra se colocó un acta, así como reliquias de San Juan María Vianney y del entonces beato Pío X, todo lo cual permanece hasta nuestros días en los cimientos del edificio.
Fue el 5 de Febrero de 1952, en terrenos de Santa María Ahuacatlán, que se fundó formalmente el Seminario Conciliar de Toluca, y tres días antes, el 2 de Febrero de 1952, habían llegado sus primeros 77 alumnos.
Un año después, el 12 de mayo de 1953, se instituyó la celebración patronal del Seminario de Toluca, en honor de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre de cada año; el 12 de mayo de 1958 fue coronada como Patrona del Seminario la Virgen Morena.
Quienes vivían en torno al Seminario Conciliar de Toluca se dedicaron a la venta de alimentos y todo tipo de insumos, así como a la prestación de los servicios que requerían los seminaristas, lo que provocó que el asentamiento urbano creciera y se constituyera, hasta la fecha, como una de las zonas más pobladas del municipio.
La mayoría de los habitantes de El Seminario mantienen una intensa interacción con las actividades religiosas del Seminario, por lo que la fiesta de Santa María de Guadalupe, el 12 de Diciembre, es también la fiesta patronal de la localidad.
La Delegación del Seminario Conciliar es actualmente una de las zonas de mayor dinamismo social, con una riqueza y participación ciudadana activa y permanente que contribuye todos los días al engrandecimiento de nuestro municipio.
Antes que otra cosa quiero agradecer a más de cien amigos y seguidores de Facebook de la Delegación el Seminario que han sugerido e insistido que se investigue y hable acerca de su colonia, de esa parte al sur-poniente de Toluca que mezcla una gran religiosidad con una intensa dinámica social que genera problemas, retos, necesidades y carencias, pero que también ha contribuido a arraigar ahí a mucha gente que lleva tatuado en el corazón sus raíces y pertenencia.
En segundo término, aclaro para quienes siguen mis publicaciones desde tiempo atrás que en alguna ocasión ya había escrito sobre el particular, pero lo haré con mucho gusto por quienes me lo solicitaron y por muchos que afortunadamente se han ido sumando día con día.
El Seminario Conciliar de Toluca es una de la delegaciones más pobladas y activas del municipio, la cual surgió como un conjunto de casas, al principio irregulares, que se establecieron en torno a la escuela de formación de la Diócesis de Toluca, por lo que no se puede explicar la historia de una, la delegación, sin el otro, el Seminario.
El 4 de Junio de 1950, el Papa Pío XII anunció la creación de la Diócesis de Toluca, y el 29 de Septiembre del mismo año se publicó oficialmente: “Deseamos que cuanto antes se establezca por lo menos un Seminario Menor, a norma de derecho y según las reglas establecidas por la Sagrada Congregación de Estudios y Seminarios”.
El 11 de abril de 1951 es consagrado el primer pastor y Obispo de la nueva Diócesis de Toluca, y, de acuerdo con las memorias del propio Seminario Conciliar de Toluca, el filántropo Santos López Rodríguez donó los primeros terrenos de la ex hacienda La Garceza para que se construya el Seminario.
El 18 de julio de 1951 se colocó la primera piedra de lo que sería el Seminario Conciliar de Toluca; en el interior de esa piedra se colocó un acta, así como reliquias de San Juan María Vianney y del entonces beato Pío X, todo lo cual permanece hasta nuestros días en los cimientos del edificio.
Fue el 5 de Febrero de 1952, en terrenos de Santa María Ahuacatlán, que se fundó formalmente el Seminario Conciliar de Toluca, y tres días antes, el 2 de Febrero de 1952, habían llegado sus primeros 77 alumnos.
Un año después, el 12 de mayo de 1953, se instituyó la celebración patronal del Seminario de Toluca, en honor de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre de cada año; el 12 de mayo de 1958 fue coronada como Patrona del Seminario la Virgen Morena.
Quienes vivían en torno al Seminario Conciliar de Toluca se dedicaron a la venta de alimentos y todo tipo de insumos, así como a la prestación de los servicios que requerían los seminaristas, lo que provocó que el asentamiento urbano creciera y se constituyera, hasta la fecha, como una de las zonas más pobladas del municipio.
La mayoría de los habitantes de El Seminario mantienen una intensa interacción con las actividades religiosas del Seminario, por lo que la fiesta de Santa María de Guadalupe, el 12 de Diciembre, es también la fiesta patronal de la localidad.
La Delegación del Seminario Conciliar es actualmente una de las zonas de mayor dinamismo social, con una riqueza y participación ciudadana activa y permanente que contribuye todos los días al engrandecimiento de nuestro municipio.
Heidi García-Tercera Regidora
TRES SIGLOS DE HISTORIA DEL CONVENTO DEL CARMEN
Uno de los inmuebles más antiguos de Toluca que se preserva hasta nuestros días, después de varios usos religiosos, sanitarios, educativos y gubernamentales es el Convento de la Inmaculada Concepción de Toluca de los Carmelitas Descalzos.
La Asociación Mexicana de Archivos y Bibliotecas Privados publicó el 15 de mayo del 2018 un estudio histórico que tuvo como base la documentación existente en el Archivo General de Notarios Públicos y documentos que sobreviven al paso del tiempo en el Archivo General del Estado de México, del cual hoy les comento algunos aspectos relevantes.
“A la parte del norte y barrio que llaman de Santa Bárbara (Mitzcoaque), por una ermita dedicada a la Santa, compró nuestra provincia (Toluca) una casa, para casa capaz, para convento corta, a don Antonio Ceballos Ibáñez, en 3 mil pesos, y la escritura pasó y se hizo en México ante Isidro Javier, escribano real, a 22 de diciembre de 1698. El principal promotor de la fundación que ofrecía mil pesos en reales era don Antonio Chacón; también firmaba la solicitud don Luis de Velasco y Mendoza y cien vecinos españoles de la ciudad”.
Los trámites implicaban el permiso del rey; del arzobispo de México, por estar Toluca dentro del arzobispado; permiso del cabildo de la ciudad; permiso de los herederos de Cortés, por estar dentro del marquesado del Valle y que en esos años era el duque de Terranova; y por último, el permiso del párroco de la población, que era un religioso franciscano, y tanto Toluca como los pueblos vecinos eran administrados por ellos (los franciscanos).
La toma de posesión de las casas compradas para convento, puesto bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, se hizo a las 9 de la noche y los trámites y firmas terminaron a las 05:15 de la mañana (incluida misa) del 6 de diciembre de 1698.
“Los primeros pobladores de las casas que se convertirían en el convento del Carmen fueron: Fray Francisco de Santa Teresa, presidente de dicha fundación; Fray Manuel de San Juan Bautista y Fray Esteban de Santa María, sacerdotes, y Fray Miguel de la Concepción, lego de dicha sagrada religión”.
El documento señala que el trazo general de la obra estuvo a cargo del maestro en arquitectura Miguel de Rivera.
“Como urgía un lugar adecuado para el culto, lo primero que se edificó fue la capilla de Santa Teresa. Para financiar esta primera construcción, Fray Manuel de San José consiguió del alférez Sebastián de Santillana, vecino de México, cuatro mil pesos, y este alférez siguió como principal bienhechor hasta la conclusión del convento”.
La dedicación solemne de la iglesia se hizo el 25 de marzo de 1711.
El convento, expropiado en la Guerra de Reforma, sirvió para diversos usos: en 1863 se instaló ahí el Instituto Literario de Toluca cuando era su director don José Mariano Dávila y Arrillaga. En 1865 el Instituto recibió en este mismo lugar la visita del emperador Maximiliano, de lo cual ya comentamos en otra publicación.
Poco más tarde el convento albergó al Hospital de Beneficencia. En l871, en tiempo del gobernador Mariano Riva Palacio, se instaló en el convento un asilo para niñas huérfanas atendido por las hermanas de la Caridad. Al salir éstas en 1875 quedó bajo la atención de la Junta de Beneficencia.
El 26 de septiembre 1891 el asilo se transformó en Escuela Normal para Profesoras y en Escuela de Artes y Oficios, incorporándose, el 24 de octubre de ese mismo año la Escuela José Vicente Villada.
En 1865 una parte del edificio estaba destinado a hospital civil, atendido por las hermanas de la Caridad y otra parte a Escuela Normal de Señoritas.
El hospital dejó esta sede hasta fines del siglo XIX, cuando el gobernador José Vicente Villada construyó uno nuevo en la parte noreste de la ciudad.
Para darnos una idea de la capacidad del convento, hay una referencia que dice que en el hospital “había dos salas para hombres con capacidad para 56 camas; el salón para enfermería de mujeres tiene 20 metros de largo por 5.66 de ancho. Otra sala tiene 42 metros y medio de largo por 6 de ancho”. Es decir, debieron convertir en salas los largos pasillos y celdas del convento.
En 1943, Isidro Fabela Alfaro consiguió del gobierno federal que el convento se cediera definitivamente al Estado de México para dedicarlo a usos educacionales. Un año más tarde se autorizó una permuta entre el gobierno del Estado de México y los encargados del templo.
“El gobierno cedería 1067.80 metros de la antigua huerta y 135.83 metros de un salón, y a cambio recibiría 11.20 metros con una aportación por parte de la federación de 335 282.10 pesos para restaurar el edificio y adecuarlo a escuela y museo de bellas artes”, refiere el acta respectiva.
El Presidente de México, Manuel Ávila Camacho, acordó la enajenación del convento en favor del Estado de México el 18 de enero de 1944. El fraile Fernando de Santa Teresa Garza entregó en esta ocasión al licenciado Fabela un lote de pinturas al óleo que conservaba el convento, con el fin de que se exhibieran en el nuevo museo.
En la parte que quedó en manos de los religiosos se estableció primero el Colegio de Filosofía de la Provincia y en 1942 el Colegio Preparatorio, que tuvo una larga vida aquí, pues salió a México y luego a Guadalajara 23 años después.
En él había espacio para 70 estudiantes, salones de clase, comedor, capilla, canchas de juego. Por ahí pasaron a lo largo de ese tiempo al menos 25 jóvenes cada año, es decir, de 500 a 600 durante en ese período.
Durante esos 20 años El Carmen fue centro de cultura y de animación en la ciudad. No faltaban al año muchos y diversos eventos. “Un grande nacimiento que se ponía en el claustro y salón de actos durante la Navidad y concierto de villancicos; eventos especiales durante la Semana Santa, con cuadros plásticos de la pasión, obras de teatro y otras muchas celebraciones”.
El Convento del Carmen tiene más de 3 siglos de vida, en los cuales ha sido testigo de la transformación de Toluca en todos sus aspectos, es un inmueble que definitivamente tiene mucho que decir sobre la educación, el arte y la cultura de nuestro municipio, hoy alberga el Museo de Bellas Artes y la escuela Secundaria número 1, entre otras cosas.
TRES SIGLOS DE HISTORIA DEL CONVENTO DEL CARMEN
Uno de los inmuebles más antiguos de Toluca que se preserva hasta nuestros días, después de varios usos religiosos, sanitarios, educativos y gubernamentales es el Convento de la Inmaculada Concepción de Toluca de los Carmelitas Descalzos.
La Asociación Mexicana de Archivos y Bibliotecas Privados publicó el 15 de mayo del 2018 un estudio histórico que tuvo como base la documentación existente en el Archivo General de Notarios Públicos y documentos que sobreviven al paso del tiempo en el Archivo General del Estado de México, del cual hoy les comento algunos aspectos relevantes.
“A la parte del norte y barrio que llaman de Santa Bárbara (Mitzcoaque), por una ermita dedicada a la Santa, compró nuestra provincia (Toluca) una casa, para casa capaz, para convento corta, a don Antonio Ceballos Ibáñez, en 3 mil pesos, y la escritura pasó y se hizo en México ante Isidro Javier, escribano real, a 22 de diciembre de 1698. El principal promotor de la fundación que ofrecía mil pesos en reales era don Antonio Chacón; también firmaba la solicitud don Luis de Velasco y Mendoza y cien vecinos españoles de la ciudad”.
Los trámites implicaban el permiso del rey; del arzobispo de México, por estar Toluca dentro del arzobispado; permiso del cabildo de la ciudad; permiso de los herederos de Cortés, por estar dentro del marquesado del Valle y que en esos años era el duque de Terranova; y por último, el permiso del párroco de la población, que era un religioso franciscano, y tanto Toluca como los pueblos vecinos eran administrados por ellos (los franciscanos).
La toma de posesión de las casas compradas para convento, puesto bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, se hizo a las 9 de la noche y los trámites y firmas terminaron a las 05:15 de la mañana (incluida misa) del 6 de diciembre de 1698.
“Los primeros pobladores de las casas que se convertirían en el convento del Carmen fueron: Fray Francisco de Santa Teresa, presidente de dicha fundación; Fray Manuel de San Juan Bautista y Fray Esteban de Santa María, sacerdotes, y Fray Miguel de la Concepción, lego de dicha sagrada religión”.
El documento señala que el trazo general de la obra estuvo a cargo del maestro en arquitectura Miguel de Rivera.
“Como urgía un lugar adecuado para el culto, lo primero que se edificó fue la capilla de Santa Teresa. Para financiar esta primera construcción, Fray Manuel de San José consiguió del alférez Sebastián de Santillana, vecino de México, cuatro mil pesos, y este alférez siguió como principal bienhechor hasta la conclusión del convento”.
La dedicación solemne de la iglesia se hizo el 25 de marzo de 1711.
El convento, expropiado en la Guerra de Reforma, sirvió para diversos usos: en 1863 se instaló ahí el Instituto Literario de Toluca cuando era su director don José Mariano Dávila y Arrillaga. En 1865 el Instituto recibió en este mismo lugar la visita del emperador Maximiliano, de lo cual ya comentamos en otra publicación.
Poco más tarde el convento albergó al Hospital de Beneficencia. En l871, en tiempo del gobernador Mariano Riva Palacio, se instaló en el convento un asilo para niñas huérfanas atendido por las hermanas de la Caridad. Al salir éstas en 1875 quedó bajo la atención de la Junta de Beneficencia.
El 26 de septiembre 1891 el asilo se transformó en Escuela Normal para Profesoras y en Escuela de Artes y Oficios, incorporándose, el 24 de octubre de ese mismo año la Escuela José Vicente Villada.
En 1865 una parte del edificio estaba destinado a hospital civil, atendido por las hermanas de la Caridad y otra parte a Escuela Normal de Señoritas.
El hospital dejó esta sede hasta fines del siglo XIX, cuando el gobernador José Vicente Villada construyó uno nuevo en la parte noreste de la ciudad.
Para darnos una idea de la capacidad del convento, hay una referencia que dice que en el hospital “había dos salas para hombres con capacidad para 56 camas; el salón para enfermería de mujeres tiene 20 metros de largo por 5.66 de ancho. Otra sala tiene 42 metros y medio de largo por 6 de ancho”. Es decir, debieron convertir en salas los largos pasillos y celdas del convento.
En 1943, Isidro Fabela Alfaro consiguió del gobierno federal que el convento se cediera definitivamente al Estado de México para dedicarlo a usos educacionales. Un año más tarde se autorizó una permuta entre el gobierno del Estado de México y los encargados del templo.
“El gobierno cedería 1067.80 metros de la antigua huerta y 135.83 metros de un salón, y a cambio recibiría 11.20 metros con una aportación por parte de la federación de 335 282.10 pesos para restaurar el edificio y adecuarlo a escuela y museo de bellas artes”, refiere el acta respectiva.
El Presidente de México, Manuel Ávila Camacho, acordó la enajenación del convento en favor del Estado de México el 18 de enero de 1944. El fraile Fernando de Santa Teresa Garza entregó en esta ocasión al licenciado Fabela un lote de pinturas al óleo que conservaba el convento, con el fin de que se exhibieran en el nuevo museo.
En la parte que quedó en manos de los religiosos se estableció primero el Colegio de Filosofía de la Provincia y en 1942 el Colegio Preparatorio, que tuvo una larga vida aquí, pues salió a México y luego a Guadalajara 23 años después.
En él había espacio para 70 estudiantes, salones de clase, comedor, capilla, canchas de juego. Por ahí pasaron a lo largo de ese tiempo al menos 25 jóvenes cada año, es decir, de 500 a 600 durante en ese período.
Durante esos 20 años El Carmen fue centro de cultura y de animación en la ciudad. No faltaban al año muchos y diversos eventos. “Un grande nacimiento que se ponía en el claustro y salón de actos durante la Navidad y concierto de villancicos; eventos especiales durante la Semana Santa, con cuadros plásticos de la pasión, obras de teatro y otras muchas celebraciones”.
El Convento del Carmen tiene más de 3 siglos de vida, en los cuales ha sido testigo de la transformación de Toluca en todos sus aspectos, es un inmueble que definitivamente tiene mucho que decir sobre la educación, el arte y la cultura de nuestro municipio, hoy alberga el Museo de Bellas Artes y la escuela Secundaria número 1, entre otras cosas.
Heidi García-Tercera Regidora
LA JABONERA DE TOLUCA
La producción de jabón siempre ha estado ligada a la de cárnicos, pues la grasa animal es una de las principales materias primas con las que se elaboran los llamados productos de higiene personal.
Toluca se distinguió desde la conquista española como un sitio muy importante para la producción de cerdos, de ahí nuestra tradición culinaria ligada al chorizo, que tiene en los porcinos su componente básico.
He citado en otras publicaciones que el Valle de Toluca fue seleccionado por Hernán Cortés y sus hombres para desarrollar la crianza de cerdos, los cuales trajeron en sus barcos y aquí tomaron nuevas características en tamaño y en el sabor de su carne gracias al maíz amarillo de los matlatzincas que incluyeron en la alimentación de los animales.
De la abundancia del cerdo en el Valle de Toluca, al final del siglo 19, derivó una de las industrias más prósperas de la región, la cual está ligada íntimamente a las grasas animales que, para ese momento, sobraban y buscaban un destino eficaz.
Un artículo titulado “El Jabón Origen de la Industria del Cuidado Personal” refiere que “no hay una fecha que precise el inicio de su fabricación ni de su origen (del jabón); se han encontrado evidencias de elaboración de mezclas de aceites vegetales con cenizas que eran usadas como tratamientos de belleza por diferentes culturas, como la fenicia, la siria y la egipcia. Estos hallazgos tienen una antigüedad de casi 3 mil años antes de Cristo”.
“Algunas teorías señalan que el jabón surgió en sitios en donde se llevaban a cabo sacrificios de animales y de forma incidental se mezcló la grasa de los animales sacrificados con las cenizas de los fuegos extintos de los rituales”.
“En 1923, Eugene Chevreul, descubre y explica la reacción química mediante la que se obtiene el jabón: la soponificación de las grasas, proceso químico que resulta de unir un ácido graso y un álcali”.
Por lo tanto en Toluca había todas las condiciones para elaborar jabón, pues había toneladas de grasa animal de la matanza de cerdos y de su posterior procesamiento en cárnicos.
Fue un visionario oriundo del municipio mexiquense de Almoloya de Alquisiras, don Mariano Salado Vilchis, quien inició el procesamiento de esas grasas para transformarlas en jabón. Su primer taller se estableció en su propia casa, en el municipio sureño, en el año de 1896. Sin embargo, años más adelante, por la Revolución Mexicana, que inició en 1910, se vio obligado a migrar a Toluca, junto con su familia y llevando a cuestas las fórmulas y los procesos para la elaboración de jabón.
La primera fábrica de jabón “Mariano Salgado” de Toluca se instaló en el número 80 de la entonces calle “Álvaro Obregón”, la cual hoy conocemos como Instituto Literario, cerca de lo que actualmente es el edificio de Rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Esa naciente empresa se convirtió pronto en una importante fuente de empleo para cientos de familias de Toluca, pues abrió nuevas fuentes laborales para los toluqueños, tanto de forma directa en los talleres como en empleos indirectos que iban desde la captación de grasa en los mataderos y procesadoras de cárnicos, su traslado y la posterior distribución y venta de los jabones elaborados.
Lamentablemente, en el año de 1930 se registró un terrible incendio en la Fábrica de Jabones Mariano Salgado, el cual prácticamente terminó con esa empresa.
Por la importancia que había adquirido esa fábrica para Toluca, el gobernador Filiberto Gómez y el presidente de la Cámara de Comercio de Toluca, Agustín Gasca, organizaron un fondo de apoyo financiero para rescatar la empresa.
Entonces la fábrica emigró a sus nuevas instalaciones, sobre lo que hoy es la avenida Lerdo de Tejada, por la salida rumbo a Zinacantepec, donde no solamente revivió sino que se consolidó y creció de forma importante para abrir más fuentes de empleo y convertirse con los años en una de las principales productoras de este ramo en el Continente Americano.
Las riendas de la empresa pasaron a manos de Mariano Salgado Vilchis, hijo del fundador, y en 1952, Mariano Salgado Montesinos tomó el control de la fábrica, posteriormente, su hijo, Mariano salgado Alvear fue designado director general. Es decir, una empresa 100 por ciento familiar.
La fábrica emigró al finalizar 1970 de la calle e Lerdo de Tejada a sus instalaciones en el parque industrial Toluca, siendo una de las compañías fundadoras de ese desarrollo industrial donde hasta la fecha mantiene operaciones, ahora como parte del grupo industrial alemán Henkel, con el cual creó una alianza estratégica en el año 2000.
El desarrollo industrial de Toluca no podría comprenderse sin conocer la historia de la fábrica de jabón Mariano Salgado, pilar de la actividad productiva de nuestro municipio, donde cientos de familia han tenido una fuente laboral a lo largo de más de un siglo de operaciones en la capital mexiquense.
LA JABONERA DE TOLUCA
La producción de jabón siempre ha estado ligada a la de cárnicos, pues la grasa animal es una de las principales materias primas con las que se elaboran los llamados productos de higiene personal.
Toluca se distinguió desde la conquista española como un sitio muy importante para la producción de cerdos, de ahí nuestra tradición culinaria ligada al chorizo, que tiene en los porcinos su componente básico.
He citado en otras publicaciones que el Valle de Toluca fue seleccionado por Hernán Cortés y sus hombres para desarrollar la crianza de cerdos, los cuales trajeron en sus barcos y aquí tomaron nuevas características en tamaño y en el sabor de su carne gracias al maíz amarillo de los matlatzincas que incluyeron en la alimentación de los animales.
De la abundancia del cerdo en el Valle de Toluca, al final del siglo 19, derivó una de las industrias más prósperas de la región, la cual está ligada íntimamente a las grasas animales que, para ese momento, sobraban y buscaban un destino eficaz.
Un artículo titulado “El Jabón Origen de la Industria del Cuidado Personal” refiere que “no hay una fecha que precise el inicio de su fabricación ni de su origen (del jabón); se han encontrado evidencias de elaboración de mezclas de aceites vegetales con cenizas que eran usadas como tratamientos de belleza por diferentes culturas, como la fenicia, la siria y la egipcia. Estos hallazgos tienen una antigüedad de casi 3 mil años antes de Cristo”.
“Algunas teorías señalan que el jabón surgió en sitios en donde se llevaban a cabo sacrificios de animales y de forma incidental se mezcló la grasa de los animales sacrificados con las cenizas de los fuegos extintos de los rituales”.
“En 1923, Eugene Chevreul, descubre y explica la reacción química mediante la que se obtiene el jabón: la soponificación de las grasas, proceso químico que resulta de unir un ácido graso y un álcali”.
Por lo tanto en Toluca había todas las condiciones para elaborar jabón, pues había toneladas de grasa animal de la matanza de cerdos y de su posterior procesamiento en cárnicos.
Fue un visionario oriundo del municipio mexiquense de Almoloya de Alquisiras, don Mariano Salado Vilchis, quien inició el procesamiento de esas grasas para transformarlas en jabón. Su primer taller se estableció en su propia casa, en el municipio sureño, en el año de 1896. Sin embargo, años más adelante, por la Revolución Mexicana, que inició en 1910, se vio obligado a migrar a Toluca, junto con su familia y llevando a cuestas las fórmulas y los procesos para la elaboración de jabón.
La primera fábrica de jabón “Mariano Salgado” de Toluca se instaló en el número 80 de la entonces calle “Álvaro Obregón”, la cual hoy conocemos como Instituto Literario, cerca de lo que actualmente es el edificio de Rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Esa naciente empresa se convirtió pronto en una importante fuente de empleo para cientos de familias de Toluca, pues abrió nuevas fuentes laborales para los toluqueños, tanto de forma directa en los talleres como en empleos indirectos que iban desde la captación de grasa en los mataderos y procesadoras de cárnicos, su traslado y la posterior distribución y venta de los jabones elaborados.
Lamentablemente, en el año de 1930 se registró un terrible incendio en la Fábrica de Jabones Mariano Salgado, el cual prácticamente terminó con esa empresa.
Por la importancia que había adquirido esa fábrica para Toluca, el gobernador Filiberto Gómez y el presidente de la Cámara de Comercio de Toluca, Agustín Gasca, organizaron un fondo de apoyo financiero para rescatar la empresa.
Entonces la fábrica emigró a sus nuevas instalaciones, sobre lo que hoy es la avenida Lerdo de Tejada, por la salida rumbo a Zinacantepec, donde no solamente revivió sino que se consolidó y creció de forma importante para abrir más fuentes de empleo y convertirse con los años en una de las principales productoras de este ramo en el Continente Americano.
Las riendas de la empresa pasaron a manos de Mariano Salgado Vilchis, hijo del fundador, y en 1952, Mariano Salgado Montesinos tomó el control de la fábrica, posteriormente, su hijo, Mariano salgado Alvear fue designado director general. Es decir, una empresa 100 por ciento familiar.
La fábrica emigró al finalizar 1970 de la calle e Lerdo de Tejada a sus instalaciones en el parque industrial Toluca, siendo una de las compañías fundadoras de ese desarrollo industrial donde hasta la fecha mantiene operaciones, ahora como parte del grupo industrial alemán Henkel, con el cual creó una alianza estratégica en el año 2000.
El desarrollo industrial de Toluca no podría comprenderse sin conocer la historia de la fábrica de jabón Mariano Salgado, pilar de la actividad productiva de nuestro municipio, donde cientos de familia han tenido una fuente laboral a lo largo de más de un siglo de operaciones en la capital mexiquense.
Heidi García-Tercera Regidora
¿TOLUCA DE LEONA VICARIO?
Decido dedicar este espacio a una gran mujer, ejemplo de voluntad, activa luchadora por la Independencia Nacional, íntimamente vinculada con Toluca, a quien de esta sencilla forma haremos un homenaje por su contribución a nuestra patria, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador fue el nombre completo de quien pasó a la historia identificada como Leona Vicario, quien nació el 10 de abril de 1789 en la Ciudad de México, descendiente de familia toluqueña.
Su madre, Camila Fernández, y sus tíos Agustín Pomposo y Fernando Fernández de San Salvador, estos últimos notables abogados enemigos de la insurgencia, todos fueron oriundos de Toluca.
Leona Vicario dio muestra de su garra feminista desde un ámbito que en esa época era casi exclusivamente reservado a los varones: el periodismo.
Desde esa actividad, Leona Vicario tuvo oportunidad de defender sus ideales frente un adversario insospechado: el poderoso político Lucas Alamán, aquel hombre culto, acomodado, educado e instruido, cuya familia había sido afectada por la insurgencia y por ello detestaba a Hidalgo.
Leona perteneció al grupo de Los Guadalupes, una especie de “sociedad secreta” que apoyó la causa de Miguel Hidalgo y posteriormente a José María Morelos y Pavón. Incluso se dice que, por Los Guadalupes, Hidalgo empleó el estandarte de la Virgen de Guadalupe cuando llamó a tomar las armas en el famoso Grito de Independencia.
Leona Vicario financió con su propia fortuna la insurgencia y se enfrentó a numerosos riesgos por apoyar la causa independentista; dio cobijo a fugitivos, envió dinero y medicamentos, y colaboró con los rebeldes transmitiéndoles recursos, noticias e información de cuantas novedades ocurrían en la corte virreinal.
A finales de 1812 convenció a unos armeros vizcaínos para que se unieran al bando insurgente y se trasladó a Tlalpujahua, localidad michoacana que limita con el municipio de El Oro, Estado de México, localidad en la que estaba instalado el campamento de Ignacio López Rayón, donde se dedicaron a fabricar cañones financiados con la venta de sus joyas y sus bienes.
En marzo de 1813, fue interceptado uno de sus correos que era llevado por un arriero; Leona Vicario, al enterarse, huyó con rumbo a San Ignacio, Michoacán, y de ahí a Huixquilucan, en el Estado de México.
De regreso a la capital, su tío logró que la recluyeran en el Colegio de Belén de las Mochas, en vez de ser enviada a la cárcel. Estuvo presa durante 42 días. No pudo evitar que las autoridades la procesaran conforme a la justicia.
La Real Junta de Seguridad y Buen Orden le instruyó un proceso en el que fueron apareciendo los documentos que la inculparon; fue sometida a interrogatorio y se presentaron las pruebas que la inculpaban. Nunca delató a sus compañeros, pero fue declarada culpable y se le condenó a formal prisión y a la incautación de todos sus bienes.
En mayo de 1813, tres insurgentes disfrazados de oficiales virreinales la ayudaron a escapar; escondido entre huacales llevaba material de imprenta para los periódicos insurgentes.
Partió rumbo a Tlalpujahua, Michoacán, donde contrajo matrimonio con Andrés Quintana Roo. A partir de entonces, se mantuvo junto a su esposo al servicio de la insurgencia y del Congreso de Chilpancingo.
Morelos enviaba cartas a Leona desde Chilpancingo, preocupado por su situación, decidió recompensarla con una asignación económica, más tarde ratificada y aprobada por el propio Congreso, el 22 de diciembre de 1813.
A lo largo de 1814 y gran parte de 1815, Leona siguió colaborando y trabajó en los periódicos El Ilustrador Americano y el Semanario Patriótico Americano.
Capturado y muerto José María Morelos y disuelto el Congreso de Chilpancingo por las propias fracciones insurgentes enfrentadas, Leona y su marido se escondieron en la zona de Michoacán, rechazando los repetidos indultos que les llegaban desde la capital.
En 1817, Leona tuvo su primera hija: Genoveva. Debido a que el matrimonio se la pasaba huyendo de un sitio a otro, Leona dio a luz a su hija en una cueva localizada en Achipixtla, un lugar situado en la Tierra Caliente. Ignacio López Rayón fungió como padrino de la niña.
El 14 de marzo de 1818, escondidos en la serranía de Tlatlaya, actualmente Estado de México, fueron capturados; pensando en las consecuencias que significaría para su hija, aceptaron, para madre e hija, el indulto que antes habían rechazado.
En el indulto fue condenada a vivir en la miseria en Toluca, entre 1818 y 1819, donde Leona tuvo a su segunda hija, María Dolores.
Cuando fue consumada la independencia, en 1821, Leona recobró los bienes que le habían sido confiscados y se dedicó a financiar y apoyar otras causas políticas, siempre con su habitual rebeldía.
Se le empezó a conocer como la mujer fuerte de la independencia y, luego de su muerte, en 1842, el Congreso Mexicano la nombró Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria.
En septiembre de 1830, un grupo de damas toluqueñas solicitó al Gobierno del Estado que a la ciudad capital se le nombrara “Toluca de Leona Vicario”. La iniciativa no prosperó.
Leona Vicario fue una mujer valerosa y ejemplo de valiente conducta femenina, a quien hoy recordamos con respeto y admiración, como constancia de lo que la tenacidad de la mujer puede hacer para transformar su entorno.
Sobre la vida de Leona Vicario hay muchos textos y documentos históricos, pero les recomiendo el artículo del historiador Rodrigo Sánchez Arce, publicado en el portal de internet poderedomex.com, del cual extraje mucha de la información que aquí se cita. Enlace que les comparto a continuación:
http://poderedomex.com/leona-vicario-y-su-garra-feminista/
https://biografiadee.com/biografia-de-leona-vicario/
¿TOLUCA DE LEONA VICARIO?
Decido dedicar este espacio a una gran mujer, ejemplo de voluntad, activa luchadora por la Independencia Nacional, íntimamente vinculada con Toluca, a quien de esta sencilla forma haremos un homenaje por su contribución a nuestra patria, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador fue el nombre completo de quien pasó a la historia identificada como Leona Vicario, quien nació el 10 de abril de 1789 en la Ciudad de México, descendiente de familia toluqueña.
Su madre, Camila Fernández, y sus tíos Agustín Pomposo y Fernando Fernández de San Salvador, estos últimos notables abogados enemigos de la insurgencia, todos fueron oriundos de Toluca.
Leona Vicario dio muestra de su garra feminista desde un ámbito que en esa época era casi exclusivamente reservado a los varones: el periodismo.
Desde esa actividad, Leona Vicario tuvo oportunidad de defender sus ideales frente un adversario insospechado: el poderoso político Lucas Alamán, aquel hombre culto, acomodado, educado e instruido, cuya familia había sido afectada por la insurgencia y por ello detestaba a Hidalgo.
Leona perteneció al grupo de Los Guadalupes, una especie de “sociedad secreta” que apoyó la causa de Miguel Hidalgo y posteriormente a José María Morelos y Pavón. Incluso se dice que, por Los Guadalupes, Hidalgo empleó el estandarte de la Virgen de Guadalupe cuando llamó a tomar las armas en el famoso Grito de Independencia.
Leona Vicario financió con su propia fortuna la insurgencia y se enfrentó a numerosos riesgos por apoyar la causa independentista; dio cobijo a fugitivos, envió dinero y medicamentos, y colaboró con los rebeldes transmitiéndoles recursos, noticias e información de cuantas novedades ocurrían en la corte virreinal.
A finales de 1812 convenció a unos armeros vizcaínos para que se unieran al bando insurgente y se trasladó a Tlalpujahua, localidad michoacana que limita con el municipio de El Oro, Estado de México, localidad en la que estaba instalado el campamento de Ignacio López Rayón, donde se dedicaron a fabricar cañones financiados con la venta de sus joyas y sus bienes.
En marzo de 1813, fue interceptado uno de sus correos que era llevado por un arriero; Leona Vicario, al enterarse, huyó con rumbo a San Ignacio, Michoacán, y de ahí a Huixquilucan, en el Estado de México.
De regreso a la capital, su tío logró que la recluyeran en el Colegio de Belén de las Mochas, en vez de ser enviada a la cárcel. Estuvo presa durante 42 días. No pudo evitar que las autoridades la procesaran conforme a la justicia.
La Real Junta de Seguridad y Buen Orden le instruyó un proceso en el que fueron apareciendo los documentos que la inculparon; fue sometida a interrogatorio y se presentaron las pruebas que la inculpaban. Nunca delató a sus compañeros, pero fue declarada culpable y se le condenó a formal prisión y a la incautación de todos sus bienes.
En mayo de 1813, tres insurgentes disfrazados de oficiales virreinales la ayudaron a escapar; escondido entre huacales llevaba material de imprenta para los periódicos insurgentes.
Partió rumbo a Tlalpujahua, Michoacán, donde contrajo matrimonio con Andrés Quintana Roo. A partir de entonces, se mantuvo junto a su esposo al servicio de la insurgencia y del Congreso de Chilpancingo.
Morelos enviaba cartas a Leona desde Chilpancingo, preocupado por su situación, decidió recompensarla con una asignación económica, más tarde ratificada y aprobada por el propio Congreso, el 22 de diciembre de 1813.
A lo largo de 1814 y gran parte de 1815, Leona siguió colaborando y trabajó en los periódicos El Ilustrador Americano y el Semanario Patriótico Americano.
Capturado y muerto José María Morelos y disuelto el Congreso de Chilpancingo por las propias fracciones insurgentes enfrentadas, Leona y su marido se escondieron en la zona de Michoacán, rechazando los repetidos indultos que les llegaban desde la capital.
En 1817, Leona tuvo su primera hija: Genoveva. Debido a que el matrimonio se la pasaba huyendo de un sitio a otro, Leona dio a luz a su hija en una cueva localizada en Achipixtla, un lugar situado en la Tierra Caliente. Ignacio López Rayón fungió como padrino de la niña.
El 14 de marzo de 1818, escondidos en la serranía de Tlatlaya, actualmente Estado de México, fueron capturados; pensando en las consecuencias que significaría para su hija, aceptaron, para madre e hija, el indulto que antes habían rechazado.
En el indulto fue condenada a vivir en la miseria en Toluca, entre 1818 y 1819, donde Leona tuvo a su segunda hija, María Dolores.
Cuando fue consumada la independencia, en 1821, Leona recobró los bienes que le habían sido confiscados y se dedicó a financiar y apoyar otras causas políticas, siempre con su habitual rebeldía.
Se le empezó a conocer como la mujer fuerte de la independencia y, luego de su muerte, en 1842, el Congreso Mexicano la nombró Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria.
En septiembre de 1830, un grupo de damas toluqueñas solicitó al Gobierno del Estado que a la ciudad capital se le nombrara “Toluca de Leona Vicario”. La iniciativa no prosperó.
Leona Vicario fue una mujer valerosa y ejemplo de valiente conducta femenina, a quien hoy recordamos con respeto y admiración, como constancia de lo que la tenacidad de la mujer puede hacer para transformar su entorno.
Sobre la vida de Leona Vicario hay muchos textos y documentos históricos, pero les recomiendo el artículo del historiador Rodrigo Sánchez Arce, publicado en el portal de internet poderedomex.com, del cual extraje mucha de la información que aquí se cita. Enlace que les comparto a continuación:
http://poderedomex.com/leona-vicario-y-su-garra-feminista/
https://biografiadee.com/biografia-de-leona-vicario/
Heidi García-Tercera Regidora
Tianguis de TolucaNuestro tradicional tianguis es en realidad más antiguo que lo que hoy conocemos como municipio de Toluca, forma parte de nuestras raíces y representa sin lugar a dudas una base fundamental de la actividad económica de esta región.
Se tiene información que los primeros humanos que pisaron estas tierras lo hicieron por el año 1200 Antes de Cristo, de acuerdo con una placa que hay en el Museo de Antropología e Historia del Centro Cultural Mexiquense, en la ex hacienda La Pila, en San Buenaventura.
Esos pobladores eran grupos nómadas que se movían por temporadas para que su ganado pastara en los fértiles pastos de esta región.
Los primeros asentamientos estables surgieron en el Valle de Toluca por el año 600 de nuestra época, con matlazincas, otomíes, mazahuas y malinalcas como primeros asentamientos.
La palabra “matlazinca” deriva del náhuatl “mátlatl”, que significa “señores de la red”, porque eran muy buenos en el uso de esa herramienta para pescar y cazar en la zona de las lagunas que surtían de agua el entonces transparente río Lerma.
Los primeros pobladores cazaban, pescaban, recolectaban y cultivaban diferentes productos entre el domingo y el jueves, y al finalizar la semana, los viernes, se reunían en el centro del valle, donde hoy es Toluca, para intercambiar (trueque) sus excedentes y hacerse de otros productos que ellos no tenían. Así nació nuestro tradicional tianguis de los viernes.
Los conquistadores españoles cruzaron este valle en 1522, bajo el mando de Cristóbal de Olid, y en sus crónicas y cartas enviadas a la corona española ya refieren la costumbre matlazinca del tianguis de los fines de semana. Por cierto, la palabra “tianguis” proviene del náhuatl “tiánquiz” (tli) que quiere decir mercado.
La herencia de los tianguis es una mezcla de las tradiciones mercantiles de los pueblos prehispánicos de Mesoamérica, incluyendo el azteca y de los bazares del Medio Oriente llegados a América por los españoles.
Los tianguis se caracterizan por ubicarse de manera semifija en calles y en días designados por usos y costumbres, variando éstos en cada población, en los que la comunidad local adquiere diversos productos, principalmente alimentos, pero con el tempo se incorporaron prendas de vestir y otros artículos.
En sus crónicas sobre la Nueva España, los peninsulares destacaban dos prácticas a los que ellos no estaban acostumbrados: el trueque, como un intercambio que tenía como base el esfuerzo que cada parte invirtió para la obtención de su producto, sin precios fijos ni monedas de por medio, y el regateo, que era el proceso para ponerse de acuerdo y tratar de equiparar una mercancía con otra hasta llegar a un justo medio entre lo que se daba y lo que se recibía. El regateo fue más allá del trueque, cuando comenzó el uso del dinero, siempre buscando obtener más por menos.
En 1933 el entonces presidente municipal de Toluca, Manuel Sotelo mandó construir locales comerciales dentro de la estructura porfiriana que levantó desde 1907, previo al primer centenario de la Independencia, donde luego se creó formalmente el mercado 16 de Septiembre, estructura que hoy alberga el Cosmovitral de Toluca.
Ahí había ventas todos los días, pero los viernes llegaban de pueblos cercanos a traer cazuelas y jarros los alfareros de Metepec, productos de madera los artesanos de San Antonio la Isla, y ganado de la zona norte, lo mismo borregos y cerdos que vacas, asnos y caballos, todo en busca de compradores.
Hubo años en que los viernes el tianguis de Toluca se desbordaron y abarrotaron el corazón de la capital mexiquense, por lo que se hizo necesario poner orden y trasladar a otro sitio esa concentración comercial, pues ya “era prácticamente imposible vivir en Toluca los viernes”.
En 1972 se inauguró el mercado Benito Juárez, al sur de Toluca, con una impresionante explanada hacia donde se trasladó el tianguis como una medida para liberar el centro de la capital mexiquense de las afectaciones de esa tradición comercial.
Luego, en octubre de 2007, la administración municipal de Toluca decidió reordenar nuevamente el tianguis y trasladó a los comerciantes que para entonces eran cientos y ocupaban toda la semana la explana del mercado Benito Juárez hacia un predio al norte del municipio, donde ahora opera el mercado Aviación-Autopan.
El histórico tianguis distingue, nutre y enriquece a la sociedad toluqueña, y fue un factor no solo de identidad sino de fomento a la actividad económica de la región.
Nuestro tradicional tianguis es en realidad más antiguo que lo que hoy conocemos como municipio de Toluca, forma parte de nuestras raíces y representa sin lugar a dudas una base fundamental de la actividad económica de esta región.
Se tiene información que los primeros humanos que pisaron estas tierras lo hicieron por el año 1200 Antes de Cristo, de acuerdo con una placa que hay en el Museo de Antropología e Historia del Centro Cultural Mexiquense, en la ex hacienda La Pila, en San Buenaventura.
Esos pobladores eran grupos nómadas que se movían por temporadas para que su ganado pastara en los fértiles pastos de esta región.
Los primeros asentamientos estables surgieron en el Valle de Toluca por el año 600 de nuestra época, con matlazincas, otomíes, mazahuas y malinalcas como primeros asentamientos.
La palabra “matlazinca” deriva del náhuatl “mátlatl”, que significa “señores de la red”, porque eran muy buenos en el uso de esa herramienta para pescar y cazar en la zona de las lagunas que surtían de agua el entonces transparente río Lerma.
Los primeros pobladores cazaban, pescaban, recolectaban y cultivaban diferentes productos entre el domingo y el jueves, y al finalizar la semana, los viernes, se reunían en el centro del valle, donde hoy es Toluca, para intercambiar (trueque) sus excedentes y hacerse de otros productos que ellos no tenían. Así nació nuestro tradicional tianguis de los viernes.
Los conquistadores españoles cruzaron este valle en 1522, bajo el mando de Cristóbal de Olid, y en sus crónicas y cartas enviadas a la corona española ya refieren la costumbre matlazinca del tianguis de los fines de semana. Por cierto, la palabra “tianguis” proviene del náhuatl “tiánquiz” (tli) que quiere decir mercado.
La herencia de los tianguis es una mezcla de las tradiciones mercantiles de los pueblos prehispánicos de Mesoamérica, incluyendo el azteca y de los bazares del Medio Oriente llegados a América por los españoles.
Los tianguis se caracterizan por ubicarse de manera semifija en calles y en días designados por usos y costumbres, variando éstos en cada población, en los que la comunidad local adquiere diversos productos, principalmente alimentos, pero con el tempo se incorporaron prendas de vestir y otros artículos.
En sus crónicas sobre la Nueva España, los peninsulares destacaban dos prácticas a los que ellos no estaban acostumbrados: el trueque, como un intercambio que tenía como base el esfuerzo que cada parte invirtió para la obtención de su producto, sin precios fijos ni monedas de por medio, y el regateo, que era el proceso para ponerse de acuerdo y tratar de equiparar una mercancía con otra hasta llegar a un justo medio entre lo que se daba y lo que se recibía. El regateo fue más allá del trueque, cuando comenzó el uso del dinero, siempre buscando obtener más por menos.
En 1933 el entonces presidente municipal de Toluca, Manuel Sotelo mandó construir locales comerciales dentro de la estructura porfiriana que levantó desde 1907, previo al primer centenario de la Independencia, donde luego se creó formalmente el mercado 16 de Septiembre, estructura que hoy alberga el Cosmovitral de Toluca.
Ahí había ventas todos los días, pero los viernes llegaban de pueblos cercanos a traer cazuelas y jarros los alfareros de Metepec, productos de madera los artesanos de San Antonio la Isla, y ganado de la zona norte, lo mismo borregos y cerdos que vacas, asnos y caballos, todo en busca de compradores.
Hubo años en que los viernes el tianguis de Toluca se desbordaron y abarrotaron el corazón de la capital mexiquense, por lo que se hizo necesario poner orden y trasladar a otro sitio esa concentración comercial, pues ya “era prácticamente imposible vivir en Toluca los viernes”.
En 1972 se inauguró el mercado Benito Juárez, al sur de Toluca, con una impresionante explanada hacia donde se trasladó el tianguis como una medida para liberar el centro de la capital mexiquense de las afectaciones de esa tradición comercial.
Luego, en octubre de 2007, la administración municipal de Toluca decidió reordenar nuevamente el tianguis y trasladó a los comerciantes que para entonces eran cientos y ocupaban toda la semana la explana del mercado Benito Juárez hacia un predio al norte del municipio, donde ahora opera el mercado Aviación-Autopan.
El histórico tianguis distingue, nutre y enriquece a la sociedad toluqueña, y fue un factor no solo de identidad sino de fomento a la actividad económica de la región.
Heidi García-Tercera Regidora
Haciendas en Toluca
La hacienda fue una unidad de producción agro-ganadera de amplia dimensión, con un conjunto de edificios de gran valor arquitectónico, propiedad de la clase social acaudalada. En México las haciendas constituyeron formas de acumulación de medios de producción importantes desde la llegada de los españoles a estas tierras y hasta la Revolución Mexicana de 1910.
En el Estado de México se empieza a utilizar la palabra hacienda desde 1570, al hacerse referencia a la hacienda La Candelaria, que posteriormente fue conocida como La Gavia.
En esta entidad las haciendas y ranchos surgen desde el siglo XVI, se fortalecen en el XVIII y se consolidan en el XIX, durante el Porfiriato, esto se logró en detrimento de la tierra de los habitantes de los pueblos, mismos que pasaron a formar parte del ejército de trabajo de estas unidades de producción.
Aunque la información estadística de estas unidades de producción es bastante variable, puede notarse la importancia numérica de haciendas en suelo mexiquense. Por ejemplo, en el Estado de México para 1878 había 581 haciendas y ranchos, para 1886-1887 eran mil 165, para 1889-1893 eran 612, en 1898 eran 800 y en 1899 había 739.
De acuerdo con las investigadoras Hilda Lagunas Ruiz y Acela Montes de Oca Hernández, de la Universidad Autónoma del Estado de México, en la obra “Las haciendas del Valle de Toluca y su contexto político-social siglo XIX”, en el distrito de Toluca, que a finales del siglo XIX estaba conformado por seis municipios, había 60 haciendas y 94 ranchos.
Específicamente lo que hoy es el municipio de Toluca contaba con 28 haciendas y 23 ranchos, de acuerdo con el registro publicado en las Memorias del General José Vicente Villada, en 1894.
La riqueza natural del suelo y la amplia oferta de mano de obra existente en la región permitieron el florecimiento de unidades productivas agro-ganaderas, con extensiones territoriales pequeñas y medianas.
La hacienda La Gavia, por cierto la de mayor extensión en el distrito de Toluca, ubicada en territorio de lo que actualmente es el municipio de Villa Victoria, tuvo una extensión de 64 mil 500 hectáreas; ésta fue afectada 81 veces para la conformación y ampliación de más de 60 ejidos.
Se pueden distinguir tres tipos de haciendas en el distrito de Toluca: cerealeras, ganaderas y pulqueras.
Todas las haciendas contaban con un área principal, comúnmente llamado casco de la hacienda, en donde se encontraba la casa grande y lujosa de los propietarios, la capilla, construcciones para conservar o almacenar productos agrícolas y ganaderos.
Muy pocos propietarios vivían en sus haciendas, ya que tenían sus casas en la ciudad de Toluca, México y en otras localidades cercanas. Los hacendados y rancheros, por su parte, eran principalmente hombres y mujeres de origen o ascendencia europea y norteamericana, con prestigio económico y social, con capacidad de multiplicar sus bienes, poseían además de sus extensiones, los recursos naturales, materiales, económicos y humanos que hacían posible la producción.
Tenían influencia y/o control sobre autoridades locales, funcionarios públicos y los trabajadores, así como una marcada relación con mineros, comerciantes y miembros de la iglesia gracias al crédito, pues la dificultad mayor de los primeros era disponer de dinero en efectivo para las siembras, la compra y manutención del ganado, la compra y reparación de instrumentos de labranza, el pago de los trabajadores y en general para el mantenimiento de sus unidades productivas y fundamentalmente para lograr conservar sus propiedades y no venderlas.
Algunos de los hacendados prominentes en el Estado de México fueron: la familia Pérez Cortina que tenía varias haciendas; la familia Pliego que era propietaria de 14 haciendas y 1 rancho.
Para 1893 los dueños de las haciendas de mayor extensión eran doña Guadalupe Riba y don Antonio Riba y Cervantes, de La Gavia; don Trinidad Pliego de Suchitepec; don Vicente Pliego de Ayala; los señores Henkel de La Huerta; don Ramón Díaz de Salitrillo; don Joaquín Cortina de Mestepec; don Antonio Pliego Pérez de Cano; doña Josefa Arias de Río; don Teodoro Albarrán de San Nicolás y don Luis Pliego y Pliego de Tejalpa.
A pesar de la gran cantidad de haciendas y ranchos, y a diferencia de otras regiones del país, en el Estado de México encontramos que el porcentaje de la población que se adscribió como peones fue reducido, más bien permaneció en sus pueblos.
Por ejemplo: en 1834 las poblaciones del municipio de Toluca tenían en 28 pueblos, 11 mil 794 habitantes (86%), mientras que en 26 haciendas había mil 880 habitantes (13%) y en 14 ranchos solamente había 184 habitantes (1.32%).
De 1889 a 1893 en el municipio de Toluca encontrábamos en 24 pueblos a 25 mil 956 habitantes (92%), en 28 haciendas mil 998 (7%) y en 21 ranchos 353 (1%).
Las haciendas que mayor influencia tuvieron sobre Toluca fueron: La Gavia, ubicada en Villa Victoria, y La Huerta, de Zinacantepec, desde donde prácticamente todo el siglo 19 se trajeron a la capital mexiquense la mayoría de los productos agrícolas y ganaderos que aquí se consumían.
Las haciendas prácticamente se extinguieron a partir de 1910, con el inicio de la Revolución Mexicana, ya que una de los principales objetivos del movimiento armado fue precisamente devolver sus derechos a los peones de éstas, quienes vivían sujetos a un régimen de casi esclavitud, dominación y dependencia económica de los hacendados, además de que la concentración de grandes extensiones de tierras en unas cuantas familias contravenían uno de los principios de Emiliano Zapata: “La tierra es de quien la trabaja”.
No obstante, debemos reconocer en las haciendas un factor fundamental del desarrollo del Valle de Toluca y del país en general, además que éstas hoy en día constituyen inmuebles de gran belleza histórica que vale la pena conocer y apreciar.
La hacienda fue una unidad de producción agro-ganadera de amplia dimensión, con un conjunto de edificios de gran valor arquitectónico, propiedad de la clase social acaudalada. En México las haciendas constituyeron formas de acumulación de medios de producción importantes desde la llegada de los españoles a estas tierras y hasta la Revolución Mexicana de 1910.
En el Estado de México se empieza a utilizar la palabra hacienda desde 1570, al hacerse referencia a la hacienda La Candelaria, que posteriormente fue conocida como La Gavia.
En esta entidad las haciendas y ranchos surgen desde el siglo XVI, se fortalecen en el XVIII y se consolidan en el XIX, durante el Porfiriato, esto se logró en detrimento de la tierra de los habitantes de los pueblos, mismos que pasaron a formar parte del ejército de trabajo de estas unidades de producción.
Aunque la información estadística de estas unidades de producción es bastante variable, puede notarse la importancia numérica de haciendas en suelo mexiquense. Por ejemplo, en el Estado de México para 1878 había 581 haciendas y ranchos, para 1886-1887 eran mil 165, para 1889-1893 eran 612, en 1898 eran 800 y en 1899 había 739.
De acuerdo con las investigadoras Hilda Lagunas Ruiz y Acela Montes de Oca Hernández, de la Universidad Autónoma del Estado de México, en la obra “Las haciendas del Valle de Toluca y su contexto político-social siglo XIX”, en el distrito de Toluca, que a finales del siglo XIX estaba conformado por seis municipios, había 60 haciendas y 94 ranchos.
Específicamente lo que hoy es el municipio de Toluca contaba con 28 haciendas y 23 ranchos, de acuerdo con el registro publicado en las Memorias del General José Vicente Villada, en 1894.
La riqueza natural del suelo y la amplia oferta de mano de obra existente en la región permitieron el florecimiento de unidades productivas agro-ganaderas, con extensiones territoriales pequeñas y medianas.
La hacienda La Gavia, por cierto la de mayor extensión en el distrito de Toluca, ubicada en territorio de lo que actualmente es el municipio de Villa Victoria, tuvo una extensión de 64 mil 500 hectáreas; ésta fue afectada 81 veces para la conformación y ampliación de más de 60 ejidos.
Se pueden distinguir tres tipos de haciendas en el distrito de Toluca: cerealeras, ganaderas y pulqueras.
Todas las haciendas contaban con un área principal, comúnmente llamado casco de la hacienda, en donde se encontraba la casa grande y lujosa de los propietarios, la capilla, construcciones para conservar o almacenar productos agrícolas y ganaderos.
Muy pocos propietarios vivían en sus haciendas, ya que tenían sus casas en la ciudad de Toluca, México y en otras localidades cercanas. Los hacendados y rancheros, por su parte, eran principalmente hombres y mujeres de origen o ascendencia europea y norteamericana, con prestigio económico y social, con capacidad de multiplicar sus bienes, poseían además de sus extensiones, los recursos naturales, materiales, económicos y humanos que hacían posible la producción.
Tenían influencia y/o control sobre autoridades locales, funcionarios públicos y los trabajadores, así como una marcada relación con mineros, comerciantes y miembros de la iglesia gracias al crédito, pues la dificultad mayor de los primeros era disponer de dinero en efectivo para las siembras, la compra y manutención del ganado, la compra y reparación de instrumentos de labranza, el pago de los trabajadores y en general para el mantenimiento de sus unidades productivas y fundamentalmente para lograr conservar sus propiedades y no venderlas.
Algunos de los hacendados prominentes en el Estado de México fueron: la familia Pérez Cortina que tenía varias haciendas; la familia Pliego que era propietaria de 14 haciendas y 1 rancho.
Para 1893 los dueños de las haciendas de mayor extensión eran doña Guadalupe Riba y don Antonio Riba y Cervantes, de La Gavia; don Trinidad Pliego de Suchitepec; don Vicente Pliego de Ayala; los señores Henkel de La Huerta; don Ramón Díaz de Salitrillo; don Joaquín Cortina de Mestepec; don Antonio Pliego Pérez de Cano; doña Josefa Arias de Río; don Teodoro Albarrán de San Nicolás y don Luis Pliego y Pliego de Tejalpa.
A pesar de la gran cantidad de haciendas y ranchos, y a diferencia de otras regiones del país, en el Estado de México encontramos que el porcentaje de la población que se adscribió como peones fue reducido, más bien permaneció en sus pueblos.
Por ejemplo: en 1834 las poblaciones del municipio de Toluca tenían en 28 pueblos, 11 mil 794 habitantes (86%), mientras que en 26 haciendas había mil 880 habitantes (13%) y en 14 ranchos solamente había 184 habitantes (1.32%).
De 1889 a 1893 en el municipio de Toluca encontrábamos en 24 pueblos a 25 mil 956 habitantes (92%), en 28 haciendas mil 998 (7%) y en 21 ranchos 353 (1%).
Las haciendas que mayor influencia tuvieron sobre Toluca fueron: La Gavia, ubicada en Villa Victoria, y La Huerta, de Zinacantepec, desde donde prácticamente todo el siglo 19 se trajeron a la capital mexiquense la mayoría de los productos agrícolas y ganaderos que aquí se consumían.
Las haciendas prácticamente se extinguieron a partir de 1910, con el inicio de la Revolución Mexicana, ya que una de los principales objetivos del movimiento armado fue precisamente devolver sus derechos a los peones de éstas, quienes vivían sujetos a un régimen de casi esclavitud, dominación y dependencia económica de los hacendados, además de que la concentración de grandes extensiones de tierras en unas cuantas familias contravenían uno de los principios de Emiliano Zapata: “La tierra es de quien la trabaja”.
No obstante, debemos reconocer en las haciendas un factor fundamental del desarrollo del Valle de Toluca y del país en general, además que éstas hoy en día constituyen inmuebles de gran belleza histórica que vale la pena conocer y apreciar.